Ya hemos dicho que según Sartre el “yo” no es una entidad sustancial que permanece inmodificada a lo largo del tiempo, ni puede deducirse con absoluta certeza del fenómeno de la conciencia (Como creía Descarte con su “pienso y luego existo”). Tampoco el yo esta conformado simplemente por la unidad biológica del cuerpo, según creen algunos materialistas, ya que dicha continuidad biológica no existe: todas las células que nos constituían hace ocho años atrás están muertas. El “yo” no es algo que se adquiera automáticamente por haber tenido padres humanos, es mas bien una construcción permanente, recreada a cada momento merced a nuestras elecciones.
Según Sartre la creación del individuo tiene otro aspectos mas inquietante, que se nos revela al enfrentarnos con los otros. Explica esta características haciendo una descripción fenomenológica de ese encuentro.
Estoy sentado en el banco de una plaza y veo a una personas a unos pocos metros de mi ¿Qué significa ver al otro como una persona y no como una marioneta? Verlo como una marioneta implicaría verlo como una cosa entre las cosas. Si fuera una marioneta, su aparición no modificaría mi relación con los objetos que lo rodean, pero si lo veo como un ser humano, el espacio y los objetos se organizan entorno de él. Cuando el otro entra en escena, su aparición desintegra las relaciones que yo he establecido con mi entorno inmediato. Las cosas se agrupan especialmente a su alrededor y dice Sartre: “su espacio se conforma con mi espacio”. En una frase dice Sartre: “Esa persona me ha robado el mundo”
Fenomenológicamente la aparición del otro me obliga a reinterpretar mi mundo. Ante de que lo viera, el pasto, el camino, el banco, estaban ahí “para mi”. Ahora esta “para él”
Si he objetivado al otro mirándolo, si lo he convertido en mi objeto, ¿Por qué me resulta tan amenazador? ¿Por qué dice Sartre que el infierno son los otros?
Ello se debe a que la libertad del otro desestabiliza mi libertad. Yo lo objetivo pero no puedo objetivarlo totalmente, pues se que su mirada me objetiva a mi (me convierte, por decirlo de algún modo, en una piedra, en una cosa)
Ver al otro es comprender la “permanente posibilidad de ser visto por el otro”. A esta posibilidad concreta la experimento como vergüenza.
Recuerden si les paso, que hablaban solos porque creían estar solos y de repente descubrieron que había alguien mirándolos ¿Qué sintieron en ese momento? Sintieron vergüenza.
Tal vez lo disimularon, fingiendo estar tarareando una melodía, y se fueron con la mayor naturalidad posible, sin toparse con la mirada del otro.
La vergüenza nos lleva a descubrir un aspecto de nuestro ser que de otro modo no habíamos conocido: nos descubrimos con el objeto creado por la mirada del otro. Descubrimos lo que
Sartre llama nuestro “ser-para-otros”. Nos vemos forzados a juzgarnos como un objeto. Todas estas experiencias comunes, son versiones menores de episodios mas dramáticos, en los que tal vez sea mas evidente lo que Sartre quiere decir. Imaginemos que llevado por los celos me pongo a observar por la cerradura de un cuarto de hotel, observando lo que sucede en el cuarto contiguo. El agujero de la cerradura es el instrumento de mi Voyeurismo y , a la vez, el obstáculo que me separa de la acción, la que existe como objeto de mi “conciencia no refleja”. Mi conciencia es sus objetos, meramente, y aunque esta conciencia no es desinteresada, puede experimentarse en si misma indirectamente en su celo, no hay en ella envuelta en lo absoluto una individualidad o un “yo”.
De pronto siento la presencia de alguien junto a mi. Alzo la vista y compruebo que me esta observando un detective del hotel. Mi yo queda fijado: tomo conciencia de que el fundamento de mi ser esta fuera de él. “Me veo a mi mismo porque alguien me ve”. Me descubro en mi vergüenza. Soy responsable del yo que me ha sido revelado por la mirada del otro, pero este yo tiene su fundamento fuera de mi. Tan pronto siento vergüenza, huye mi libertad y se me revela la libertad del otro, estoy obligado a reconocerme no en mi aspecto de ser-para-si, sino en mi aspecto de ser-en-si .
La vergüenza no es la única emoción engendrada por el encuentro con el otro. También puede sentir temor. De hecho en su origen el temor es, precisamente, el descubrimiento de mi ser como objeto. Me muestra mi ser-para-si (donde soy todo mis posibles ) es transcendidos por posibles que no son mis posibles. De acuerdo con Sartre, en su forma mas exagerada, estos sentimientos constituyen el origen de la religión. La vergüenza ante dios es “el reconocimiento de mi ser como objeto ante un sujeto que jamas puede convertirse en un objeto” Entonces “Dios... no es mas que el concepto del otro llevado al limite”. Si me elijo a mi mismo en mi vergüenza, esto es masoquismo, cuya fuente es la angustia ante la libertad del otro. Lo opuesto de la vergüenza es el orgullo, pero desde el punto de vista estructural ambos son semejantes. En los dos casos, veo en el otro a aquel del que obtiene su ser mi objetividad. Si el otro me ve hermosos, fuerte o inteligente, acepto orgullosamente que solo soy eso. Por ende, el orgullo es una forma de la mala fe, como lo es su pariente cercano la vanidad. Cuando procuro influir en el otro con la objetividad que me ha dado, caigo en la arrogancia.
Sin embargo, ni aun con el orgullo o la arrogancia, recupero el yo que entregué al otro, porque el origen del sentido que me asigno a mi mismo seguirá siendo su8 reconocimiento. El proyecto de recuperarme como sujeto ( o sea, de recobrar la libertad atrapada por el otro), me coloca necesariamente en conflicto con el otro.
Mas aun, Sartre dice que “el conflicto constituye el sentido originario del ser para otros” Mi proyecto de recobrar mi propio ser asimila la libertad del otro. Puedo tratar de alcanzar esta meta a través del sadismo, que es una extensión de la arrogancia. En él uso el ser objetivo que el otro me ha concedido para hacer que se humille. No obstante, si la víctima del sádico puede mirar a su torturador, este sabe que ha fracasado.
Una forma básica de tratar de poseer la libre subjetividad del otro, es mediante el deseo sexual. El deseo propio es una invitación al deseo del otro.
El deseo desea el deseo del otro. Intenta reducirlo a un puro cuerpo, trasformarlo en mera carne ante sus ojos. Pero el deseo necesariamente fracasa, ya sea porque fracase literalmente en provocarle el deseo al otro, o porque lo logre, en cuyo caso el deseo es absorbido por el placer y pierde de vista su meta original. Mi deseo no lo transforma al otro en pura carne, sino0 que me transforma en pura carne a mi. Como proyecto, entonces, el deseo no logra recobrar el yo perdido del otro. Desde luego, todo esto vuelve muy difícil alcanzar la individualidad de buena fe, ya que todo intento parece destinado a deslizarse hacia lo opuesto: la mala fe.
http://www.elprisma.com/apuntes/filosofia/jeanpaulsartre/default4.asp
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