Opinión de:
Oscar Guasch en: http://www.hombresigualdad.com/armand-curri.htm
Dice que: Las identidades sexuales son un invento reciente; que hasta el siglo XIX nadie era distinto de los demás en función de sus gustos sexuales; que las personas amaban en función de sus gustos y de sus situaciones sociales y que la intervención medico-psiquiatrica en el ámbito de la sexualidad alteró este estado de cosas. Desde entonces, afirma, la sociedad pretende que a cada práctica sexual concreta corresponde una identidad social específica y que hay una sexualidad central y hegemónica, la masculina, evidentemente. La homofobia se ha incrustado en la identidad masculina hasta hacerla profundamente machista. La heterosexualidad hay que entenderla como un proyecto político que las clases dominantes del siglo XIX pusieron en marcha con el objetivo de uniformizar a la población y facilitar de este modo su control. En menos de cien años la medicina se apropió del control social de la sexualidad. La función latente de la sexología es semejante a la de la religión y a la de la medicina: dar normas a la sexualidad, ponerle fronteras, delimitar lo correcto y lo incorrecto. La heterosexualidad es sexista, misógina, homofoba y adultista, defiende el matrimonio o la pareja estable, es coitocéntrica, genitalista y reproductora, interpreta la sexualidad femenina en perspectiva masculina y la hace subalterna, y persigue o ignora a quienes se partan de ella. La heterosexualidad es un sistema de organización social del deseo. El actual abismo entre los géneros que caracteriza también a las sociedades preindustriales se intenta salvar en los últimos cien años gracias al amor romántico, un tipo de amor en el que el que es condición imprescindible la subalternidad de la mujer, algo ahora cuestionado y se ha puesto en cuestión la relación mujer varón. Ahora varones y mujeres se comunican poco porque hablan de cosas distintas y hablan de modo diferente y los varones, como en las sociedades más simples, empiezan a buscar la camaradería de otros varones. A esto hay que añadirle que la reproducción de la especie puede quedar en manos de la tecnología. Se ha producid también un proceso de desmasculinizacion del varón impulsado por las nuevas tecnologías. Esta desmasculinizacion no es una cuestión coyuntural, de gusto o de moda, sino de supervivencia: de adaptación al medio. Se está produciendo el tránsito hacia una sexualidad abierta y multiforme. La única legitimidad en las sociedades democráticas es la del libre consentimiento sexual. La sexualidad no ortodoxa está dejando de serlo porque ya no existe un solo modelo de sexualidad legítima. El deseo erótico es universal. La atracción erótica entre las personas existe en todas las épocas y en todos los lugares y siempre ha estado sometida a algún tipo de regulación social. La sexualidad es la estrategia social que permite controlar el deseo erótico. Gracias a la sexualidad la cultura genera el deseo erótico y lo controla al mismo tiempo. El deseo erótico permite que el amor sea interétnico, interracial, interclasista e intergenérico. Por esta razón el deseo es peligroso para el orden social.
La heterosexualidad nace asociada al trabajo asalariado y a la revolución industrial. La pareja reproductora tiene sentido en la sociedad industrial. Todas las características que definen la heterosexualidad están en crisis. Todas menos la homofobia que es el ultimo bastión de la heterosexualidad. Es el temor profundamente irracional que invade a los varones ante la posibilidad de amar a otros varones. La heterosexualidad está en crisis, la identidad masculina también. Y eso gracias al movimiento feminista y al movimiento gay. La mayoría de los heterosexuales siguen tolerando mal que las mujeres llevan la iniciativa económica, política o sexual y perciben todas estas transformaciones inevitables como una imposición (incluso como un fracaso personal). La epidemia de violencia masculina en el hogar es un resultado de la crisis de la heterosexualidad y de la redefinición de la identidad masculina. La subcultura gaya parece el único espacio social en el que los varones han conseguido, al menos parcialmente, asumir y defender lo femenino como propio Si la masculinidad heterosexual es univoca, simplificadora y excluyente, la gaya es polimorfa y plural; puede integrar y reivindicar lo femenino como propio. La homofobia es un problema social grave porque principalmente bloquea la afectividad masculina. El homoerotismo es una solución posible: define un tipo de interacción afectiva entre varones en el que la expresión sexual (cuando la hay) no implica una redefinición de la identidad de las personas. Existe un “homoerotismo femenino” que, a diferencia del masculino, no está tan sometido a procesos de control social. En la sociedad actual, las mujeres son menos heterosexuales que los varones, en parte porque han sido capaces de controlar su propia homofobia: el temor a amar a otras mujeres. Las mujeres son mas capaces de amarse entre sí que los varones y cuando en ocasiones expresan tales afectos en términos sexuales no tienden a reinterpretar de una manera inmediata su identidad social y personal en función de ello. Algo que sí sucede con los varones. Las mujeres se tocan, se besan, se acarician. Cualquier mujer puede acariciar, besar y abrazar ancianos, niños, niñas, mujeres, varones y bebés. Si quien lo hace es un varón los peores temores suelen dibujarse en las mentes de los que contemplan la escena: el control social actúa en el sentido de restringir la expresión afectiva en los varones. En el futuro las relaciones interpersonales ya no se basarán en el dominio, en la sumisión, ni en la opresión sino en la seducción entre humanos que sientan interés por conocerse entre si.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
OMG...you trap me with this!
Me encanto...el pana se paso!
Publicar un comentario