NUESTRA RESPONSABILIDAD
“En nuestros días, la responsabilidad de los ricos es escalofriante, más que en ninguna época de la historia.
Los ricos son siempre los otros, pues la tendencia más común para el compromiso es medirse con aquellos que tienen más que nosotros.
Dinero, inversiones, conocimientos ,empresas, funciones, poder, tecnología, países ricos y pobres. Es algo que entendemos lejos. Pero en este contexto entramos también nosotros, preocupados por comprar un coche nuevo, una casa, un apartamento, vacaciones, viajes de placer, nuevo modelo de teléfono móvil, DVD, cine en casa con pantalla de TV grande y plana, cadena de música, plan de pensiones, seguros, ordenador, etc..
Uno a uno, los que componemos este grupo, en definitiva, esa clase social, tenemos una responsabilidad de carácter individual, pero puede producir escalofríos pensar en el tremendo compromiso que genera esa riqueza colectiva del tú y el yo”
(Del artículo “La escalofriante responsabilidad de la riqueza”. Antonio Sáez deMiera).
En este contexto someramente señalado por el que discurre nuestra sociedad y, en definitiva cada uno de nosotros, debe caber un valor tan conocido y tan poco practicado, como es
LA AUSTERIDAD.
La cuestión está en que vivir con la mayor dignidad, como corresponde al ser humano, y al mismo tiempo poder ayudar a otras personas o continentes, muy alejados del desarrollo del que disfrutamos, debemos introducir en nuestras vidas, como previo a mayores compromisos, un principio de
AUSTERIDAD. O lo que es lo mismo: Moderarnos en el consumo y uso de artículos y aficiones que no son de estricta necesidad para vivir.
“Resistir al consumismo significa vivir un estilo y sentido de la vida diferente. Hay que estar bien enraizados en los “contravalores” de la sencillez, LA AUSTERIDAD, el compartir, la justicia. Es necesaria una lucidez esperanzada para discernir qué se necesita verdaderamente y de qué se puede prescindir.
Liberados de los objetos que nos ahogan nos encontramos con personas, a nosotros mismos, y a los demás”. (De acuerdo Cristianismo y Justicia, Nº 10)
¿PERO CUÁL ES EL LÍMITE DE LA MODERACIÓN?
El profesor Carlos Díaz establece una calificación entre los impulsos del hombre, que nos pone en pista para encontrar ese punto en el consumo que nos dignifique y haga, al mismo tiempo efectiva la solidaridad.
“La animalidad –dice Díaz- inclina al hombre a destruir los bienes... pero la racionalidad le pide también generar riquezas, le insta a la creatividad que significa capacidad para apostar novedad y renovación”. (Vocabulario de Formación Social. 1995, pág. 84).
De esta afirmación se puede deducir que quien consume indiscriminadamente, sin ton ni son aquello que beneficiaría a los necesitados, se convierte no sólo en un ser insolidario, egoísta, sino en un ser pasivo que está en la vida para “lo que le echen”.
Por el contrario quien modera su consumo, vive con AUSTERIDAD, y no lo hace por mortificación, aspira a ganar tiempo que utilizará en beneficio de su persona, mitad materia mitad espíritu. Y el ahorro le hará solidario con personas y sociedades nada desarrolladas.
RESULTADOS
La producción de artículos de nuevo consumo cambiaría su dirección y se reorientaría a productos más adecuados al desarrollo humano.
Los canales que han abierto las ONGs para el desarrollo se verían enriquecidos por el acopio de pequeñas cantidades monetarias, que actuarían de gran capital para la ayuda humanitaria a favor de cambio de las economías y equilibrios sociales de muchas zonas de la tierra.
¿POR DÓNDE EMPEZAR?
Uno de los ejemplos más claros que denotan la falta de AUSTERIDAD se da en la familia.
Desde que nace un hijo nos hemos esforzado en mimarlo en exceso, partiendo del principio de que él ha de tener lo que nosotros no pudimos alcanzar. Nos volcamos en facilitarle todo cuanto se le antoja. De esta forma consigue ropa de marca según la moda, juegos electrónicos, TV personal, ordenador, moto, coche, etc..
Se ha acostumbrado al hijo a vivir sin carecer de nada y a conseguirlo sin esfuerzo.
El joven así educado no cambiará nunca y no sabrá hacer frente a sus obligaciones en la familia y en el futuro, de pareja...
Es en este punto cuando abandona la responsabilidad familiar, en lugar de responder con entereza a las dificultades que suele plantear la vida en común.
Llegada la separación, cada cónyuge compite con el otro en facilitar al hijo cuanto se le antoja, durante el tiempo que la ley asigne a cada uno la convivencia. De esta forma continúa la cadena de desaciertos.
Se ha llegado a conformar una sociedad insolidaria falta de valores por individualista.
CONCLUSIONES
Un primer paso para desembarazarnos de este impuesto y asumido estilo de vida de Occidente, en el que al consumo compulsivo se le llama “nivel de vida” y a la posibilidad de conseguirlo se le llama “bienestar”, sería el de anotar los gastos mensuales, individuales y familiares.
http://www.juspax-es.org/sevilla/austeridad.htm
viernes, 29 de febrero de 2008
jueves, 7 de febrero de 2008
La encrucijada
La identidad como problema psicológico y filosófico.
La identidad es un tema en la encrucijada de la psicología y la filosofía. Si en el dominio de la primera suele aparece con la pregunta "¿Quién soy yo?", inmediatamente la filosofía añade su pregunta (sobre esa pregunta): "¿Cómo es posible preguntarse acerca de uno mismo?". Obsérvese que si la pregunta fuera, en lugar de la anterior, "¿Quién eres tú?", ello no cambia las cosas pues el interpelado traslada inmediatamente esa pregunta en segunda persona del verbo a la primera y en realidad la está contestando reformulada a "¿Quién soy yo?". En un sentido muy amplio, lo que la filosofía y la psicología se plantean es no sólo cómo es posible proferir el yo, sino cómo uno se siente un yo que permanece igual a si mismo o que integra las diversas experiencias de la vida de manera que pueda seguir sintiéndose uno mismo y que es reconocido por otros como el mismo a lo largo del tiempo. Es decir, el sentido de identidad implica continuidad con el pasado, personalidad significativamente presente y una dirección hacia el futuro.
Aunque el tema del desarrollo de la identidad lo enmarcamos dentro del dominio de la psicología no es factible ignorar las cuestiones filosóficas implicadas. Por ejemplo ¿cómo es psicológicamente posible "mirarse" o "representarse" a si mismo o proferir "yo"?. Es la conciencia -que todos tenemos- de sujeto psicológico. En nuestra indagación, inmediatamente nos percataremos que tal cuestión no tiene respuesta -ni psicológica ni filosófica- si postulásemos que el yo, la identidad, emerge por "generación espontánea" desde adentro de cada ser individual. Al contrario, el yo se gesta en la interacción social. Pero aquí surge otra paradoja: el yo -concebible como un núcleo íntimo de singularidad psicológica- se construye a través de los otros. Este tema, fundamental, sólo es resoluble situando la identidad en un marco psicológico-filosófico donde se manejan las nociones de intersubjetividad, dialogicidad, recursividad del pensamiento, tensión dialéctica entre "mismedad" y cambio, valores y ética, etc.
http://www.ediuoc.es/libroweb/3/21_1.htm
La identidad es un tema en la encrucijada de la psicología y la filosofía. Si en el dominio de la primera suele aparece con la pregunta "¿Quién soy yo?", inmediatamente la filosofía añade su pregunta (sobre esa pregunta): "¿Cómo es posible preguntarse acerca de uno mismo?". Obsérvese que si la pregunta fuera, en lugar de la anterior, "¿Quién eres tú?", ello no cambia las cosas pues el interpelado traslada inmediatamente esa pregunta en segunda persona del verbo a la primera y en realidad la está contestando reformulada a "¿Quién soy yo?". En un sentido muy amplio, lo que la filosofía y la psicología se plantean es no sólo cómo es posible proferir el yo, sino cómo uno se siente un yo que permanece igual a si mismo o que integra las diversas experiencias de la vida de manera que pueda seguir sintiéndose uno mismo y que es reconocido por otros como el mismo a lo largo del tiempo. Es decir, el sentido de identidad implica continuidad con el pasado, personalidad significativamente presente y una dirección hacia el futuro.
Aunque el tema del desarrollo de la identidad lo enmarcamos dentro del dominio de la psicología no es factible ignorar las cuestiones filosóficas implicadas. Por ejemplo ¿cómo es psicológicamente posible "mirarse" o "representarse" a si mismo o proferir "yo"?. Es la conciencia -que todos tenemos- de sujeto psicológico. En nuestra indagación, inmediatamente nos percataremos que tal cuestión no tiene respuesta -ni psicológica ni filosófica- si postulásemos que el yo, la identidad, emerge por "generación espontánea" desde adentro de cada ser individual. Al contrario, el yo se gesta en la interacción social. Pero aquí surge otra paradoja: el yo -concebible como un núcleo íntimo de singularidad psicológica- se construye a través de los otros. Este tema, fundamental, sólo es resoluble situando la identidad en un marco psicológico-filosófico donde se manejan las nociones de intersubjetividad, dialogicidad, recursividad del pensamiento, tensión dialéctica entre "mismedad" y cambio, valores y ética, etc.
http://www.ediuoc.es/libroweb/3/21_1.htm
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